Rebeca Valdivia
Asesora de Imagen
Personal Shopper

Perfecto cuero

Mi madre era modista. De pequeños nos hacía toda la ropa a los tres y en mi caso, hasta bien pasada la adolescencia. «Ama, quiero hacerme esto, así y asao …”, y me lo hacía. Ella le daba vida a todo lo que se me ocurría.

Con el tiempo tuvo que dejar de coser y la verdad es que ahí pasé por una mala racha. Íbamos de compras y no me gustaba nada de lo que veía. Todavía recuerdo el primer Zara que abrieron en Donosti. Fuimos y la gente allí como loca, y mi madre venga a enseñarme cosas, y yo nada, enfadada con el mundo.

La necesidad agudiza el ingenio, me dijo mi padre una vez. Entonces, inconscientemente, recurrí al poder de combinar, a hacerme mis mezclas, a reinventar looks con prendas que ya tenía. No es correcto que yo lo diga, pero mal no se me daba, y yo era feliz así, más que comprándome.

En mi casa siempre he sido la shopper de la familia. Siempre me han animado a que abriese un blog, que hiciese algo con esa supuesta «habilidad» que tenía, por llamarlo de alguna manera.

De hecho, me encanta acompañar a la gente a comprarse ropa, y más cuando no saben qué comprarse. Disfruto asesorando, es pasión pura y dura. Me encante el tú a tú, el trato personal con personas que sienten que el ir de compras es una tortura china. Pero lo más reconfortante es el resultado: saber que has podido ayudarles y que se van felices.

Felicidad, de eso va la vida.

Total, que el último año de vida de mi madre, decidí sacarme el título de Personal Shopper y Asesoramiento de Imagen.

Me enganché tanto al curso que lo devoré. Fueron 6 meses de formación y luego 3 meses de prácticas en Pedro del Hierro, en Donosti.

Me lo saqué a escondidas de mi familia. Quise darles una sorpresa, con título en mano, pero a mi madre se lo tuve que decir. Llevaba ya casi cuatro años enferma de cáncer y veía que no lo iba a poder ver, así que se lo dije, creo que en el mejor de los momentos.

Fueron pocas las noches de hospital, pero se hacían bastante más llevaderas. Yo le leía al oído, en voz baja, y ella con los ojos cerrados, asentía. Compartimos una pasión común, inculcada en mí por ella, durante los últimos días de su vida. A mi parecer, bonita despedida.

En junio de 2012 falleció. Maite Calvo se llamaba. Por cierto, la que escribe, Rebeca Valdivia. Vaya educación.

A los dos años de morir, me hice un tatuaje donde más duele, en las costillas del lado izquierdo y cerca del corazón. Me tatué un corazón con sus iniciales dentro, las mismas iniciales que ella llevaba en un sello de oro que heredé tras su muerte. M.C.

Y fíjate cómo son las cosas, que al tiempo es cuando decidí crear un lugar sagrado. Un lugar que surge de ella, de la necesidad de conectar, de mantenerle viva : www.missclov.com/noblog. Había llegado el momento.

Surge del tremendo vacio que nos dejó una madre valiente y luchadora como la que más, que nos enseñó precisamente a eso, a luchar, a caer y aún con heridas, a levantarnos. Y eso he hecho, caer, levantarme y seguir, quizás más fuerte que nunca.

Se ha tenido que morir mi madre para que este lugar exista. Pero una vez aprendí en un curso, que cuando un nombre, un título, un negocio o similar tiene una historia detrás, hay contarla.

Reconozco que soy muy pelma, porque yo no me canso de hacerlo, pero es tal el orgullo que siento, que creo que esta historia se merece un gran espacio en este lugar (www.missclov.con/el-logo/). Una historia basada en hechos reales y escrita con amor sin condiciones.

Mi visión sobre la moda no es la común. Soy de las que piensa que la vida no va de marcas, ni de tendencias, ni de cánones de belleza. La moda tampoco.

La moda va de tener un sello, una identidad, estilo propio. Va de sentirse bien y seguro con uno mismo. Ya te puedes comprar el vestido más caro de Chanel, que si no sabes cómo ponértelo o no te favorece, te mirarás al espejo y tu sentimiento será el mismo que con cualquier otro.

Y ya termino. Quiero que sepas que para cualquier duda sobre el vestir que necesites resolver, aquí me tienes. Estaré encantada de escucharte y te aseguro que haré lo imposible para poder ayudarte.

Pero no olvides nunca una cosa: la ropa es material, es inerte, no tiene vida. La vida la pones tú.

Si has llegado hasta aquí, mil gracias. Un abrazo.

Rebeca Valdivia